feedburner
Enter your email address:

Delivered by FeedBurner

feedburner count
Image and video hosting by TinyPic

Monedero Electrónico, tu posibilidad en el mundo



Image and video hosting by TinyPic

Share-Chat

Image and video hosting by TinyPic

Enlazanos!!

Check The Music!!


Music

Video-Tube



Contacto

Recent Comments

Image and video hosting by TinyPic

Los juegos de los animales

Etiquetas:

Los juegos de los animales

UN GRAN recuadro de bandas de caucho circunscribía el lugar que había ocupado la refrigeradora. Los dos hombres de la mudanza me contemplaron con una mirada tanto incrédula como inquisidora.

“Son de la gata,” balbuceé. “Colecciona bandas de goma.”

Es cierto, sin embargo. Mi gata siente alguna atracción especial en cuanto a las bandas de goma. Solo hay que girar una entre el pulgar y el índice, y al instante convergen sobre la escena dos pequeñas garras negras y una nariz negra. Si logra conseguir la banda al pedirla con la pata delantera extendida y abierta como una raqueta de tenis, la golpeará de un lugar a otro, o le dará caza al estilo hockey, guiándola alternadamente con las dos patas, hasta que desaparece bajo el zumbido eléctrico del “gol” destinado a mantener frescos nuestros alimentos.

¿Juegan los animales? Los naturalistas no están de acuerdo con respecto a esto. La falta de acuerdo se debe principalmente a que no pueden ponerse de acuerdo en cómo definir el juego. Los teorizantes que niegan que los animales juegan están inclinados a ver lo que nosotros llamamos juego como una práctica de caza. Sin embargo, mientras contemplo a Nefer (así se llama mi gata) apenas puedo creer que hasta ella contemple el ataque, captura y almacenaje de bandas de goma como una ocupación seria. Además, a la edad de diez años, difícilmente puede decirse de su actividad que ella está practicando “lo que más tarde llegará a ser una seria actividad de adulto.” Si se le pide que lo haga, Nefer es capaz de cazar un roedor indeseable. Eso es algo serio. ¿Bandas de goma? Solo las usa de recreo.

Basta con eso en cuanto a los animales que normalmente viven con nosotros los seres humanos, comiendo nuestros bocados predilectos, durmiendo sobre nuestros muebles o debajo de ellos, y quizás recibiendo estímulo de parte nuestra para que jueguen.

Travesuras de corral

¿Y qué hay de los animales un grado más alejados del ambiente humano? Vayamos al corral de granja a una criatura alejada por lo común del contacto humano. Pocas personas consideran fascinantes a los puercos, y por eso pocas se inclinan sobre las cercas para observar sus acciones. Las circunstancias del azar introdujeron a un cochinillo en la familia de unos amigos míos en Indiana. ¡En los meses siguientes, aprendieron que los cerdos realmente juegan! Mis amigos la habían llamado “Priscilla.” Esta Priscilla (de sobrenombre Marrana) hacía la mayoría de las cosas que hace un gato. Pero su cuerpo compacto y la falta de flexibilidad felina cambiaron estas maniobras de gato en algo muy diferente. Los gatos pueden correr y rodar, y perseguir su cola. Pero visualice, si puede, esta misma actividad al ser llevada a cabo por un pequeño animal de pellejo elástico, con un pequeño cuerpo duro de la forma de un barrilito puesto sobre cortas patas tiezas. A los cerdos les gusta también que les rasquen el lomo. Priscilla presentaba su lomo a cualquier pie humano que colgara de una pierna cruzada. Si se le rechazaba, se deshacía de su enojo de tal modo que explica por qué se dice que los cerdos bailan una giga. Se ponía a patear con sus pequeños pies, chillando en frustración y rabia.

Muchos que estudian la conducta de los animales evitan atribuir a los animales emociones como “frustración” y “rabia.” No obstante, es digno de nota que el bien conocido naturalista Jacques Cousteau, a la vez que advierte en contra de atribuir a los animales cualidades humanas, dice: “Sin embargo no debemos rebajar a los animales negándoles toda expresión.”

Juguetones gatos salvajes

Bueno, ¿hallamos las características juguetonas tan comunes entre los animales jóvenes que viven junto al género humano desplegadas también entre los cachorros totalmente salvajes? Dejemos el corral de granja y viajemos a las extensas tierras abiertas del África para considerar esta pregunta. Aquí hallamos una mamá leona echada en el pasto con los cachorros a su alrededor y le están moviendo perezosamente la cola. Para un cachorro, la cola, una vez en movimiento, ya no es el apéndice terminal de mamá. Obviamente se torna en un monstruo que hay que subyugar. Observe ese pequeño sujeto, sus pupilas se agrandan, sus ojos brillan con pensamientos dirigidos a su interior. Se agazapa, las ancas temblando como si la parte posterior apuntara al frente. Quizás sea así. Entonces, ¡ZARPAZO! ¡La atrapó! Su hermana quizás ha apuntado mal y ahora ¡lo atrapa a él! Se revuelcan, silbando y maullando en una agitación de zarpas y cuerpos.

Juguetonas criaturas del agua

No muchos del género humano han visto en sus juegos a las jóvenes ballenas salvajes. El biólogo Victor B. Scheffer, en su libro The Year of the Whale, nos lleva al mar para observar una conglomerada criatura que él llama “Ballenatito.” Al nacer, el ballenato sale de su madre cola primero, por la razón práctica de que un cetáceo, como él lo es, respira aire. Si saliera de cabeza, sencillamente se ahogaría antes que terminara el proceso del nacimiento. Al final aparece su cabeza obtusa y, al separarse de su madre, toda su longitud de más de cuatro metros y una tonelada de peso. A los cuatro meses de vida, lejos en el mar él y sus coetáneos quizás hallen una cosa tan interesante como un tronco que puede haber venido a la deriva miles de kilómetros hacia el sur desde Alaska. Un ballenato “toma el tronco con la boca y lo agita de un lado al otro, gruñendo en lenguaje de ballena, como si gozara de un conflicto imaginario con una temible criatura de las profundidades. ¡Qué diversión!” Así escribió Scheffer.

El naturalista Gerald Durrell cuenta, en The Whispering Land (cuyo título lírico se refiere a la Patagonia de la Argentina), las travesuras juguetonas de otra criatura. Concerniente a un cachorro de foca para pieles, al cual para facilitar la descripción llama Osvaldo, Durrell dice: “Lo que le faltaba en tamaño lo compensaba más en determinación y personalidad. Cuando noté por primera vez a Osvaldo . . . estaba muy ocupado en cazar al acecho una larga cinta de algas marinas verde brillante. . . . Un ligero viento tiró bruscamente la punta del alga marina, y . . . Osvaldo giró y se alejó con toda la velocidad que sus aletas le concedían. . . . Cuidadosamente se aproximó de nuevo, . . . dando la impresión de que casi andaba de puntillas sobre sus grandes aletas planas.” Finalmente, con valor recobrado, Osvaldo se abalanzó contra el alga marina, y, como dijo Durrell, se pavoneó con su trofeo... “el alga marina colgando de cada lado de su boca como un bigote verde, pareciendo muy satisfecho de que su primer mordisco aparentemente había incapacitado por completo al enemigo.”

Juegos de otros animales

Nuevamente, Durrell cuenta como en una ocasión observó, a corta distancia de su campamento, a una pareja de zorros jugando con un rollo de papel higiénico rosado brillante. “Habiendo determinado que no era comestible,” dice, “bailaron y giraron sobre sus patas delgadas, arrojando aquí y allá el rollo de papel . . . Todo el sitio del campamento estaba adquiriendo un alegre aire de carnaval.” Cuando terminó la función, ¡había cuarenta metros de papel higiénico rosado revoloteando en la brisa!

La nutria habita en los bosques del norte. En cuanto a esta criatura la mayoría de los naturalistas concuerdan en que realmente juega. ¡Juega por el simple placer de jugar! Si usted oye un ¡suúsh! seguido del ruido del choque de un cuerpo con el agua, y lo oye repetido vez tras vez, probablemente usted está a mano para el mejor acto animal gratis que jamás pudiera ver. El sonido de suúsh proviene de la nutria al deslizarse cual trineo por un tobogán de barro que ha construido, y del cual no solo ha quitado cuidadosamente todas las piedras, sino que lo ha humedecido con su piel para hacerlo resbaladizo. El ¡cataplum! viene al final de su deslizamiento cuando se arroja estrepitosamente en la laguna o río. Jamás parece cansarse por la repetición. En tiempo de invierno, emplea el material de la estación, nieve, para hacer su tobogán a fin de gozar de la misma diversión.

Peter Marler y William J. Hamilton III dicen: “Existen registros de la conducta de juego para todas las divisiones de los vertebrados excepto la de los peces.” No obstante, he observado al pez volador echar carrera con un transatlántico en el Pacífico, y cerca de Florida he visto una especie gigante de pez espada azul irrumpir del mar y, al parecer, quedarse sobre su cola unos segundos por encima de las olas antes de zambullirse estrepitosamente de nuevo. Esta maniobra ejecutada por un pez que no está tratando de deshacerse del dolor de un anzuelo, ¡parece diversión! El Sr. Scheffer describe a “delfines jugando” (cetáceos, por cierto), “rompiendo el plácido mar y desparramando detrás de sí un millón de joyas.” Si esto se le hace agradable a la criatura, aunque sea un pez, ¿no podría eso ser su versión del juego?

Los budgerigars de Australia, que en otras partes del mundo se llaman comúnmente pericos o periquitos, ofrecen un ejemplo similar de juego de pájaros. ¿No los ha visto usted en cautiverio usar el alambre de la jaula para deslizarse?

Bueno pues, hemos considerado criaturas en nuestro propio hogar, en el corral, en las extensas tierras abiertas, en el mar, el bosque, y en el aire. ¿Y en la selva?

En la selva una mamá chimpancé le hace cosquillas a su bebé. Este se retuerce y se voltea, y ella juega con él haciéndolo ejecutar tumbos. Se ve, pues, que entre los animales, el juego no se limita a los que están dentro de un grupo de iguales. Como ocurre con los seres humanos, los más viejos gozan con los más jóvenes, y muchas veces ellos instigan el juego.

¿Qué es el juego? Como se mencionó anteriormente, no todos están de acuerdo. Un consenso indicaría que es actividad que no tiene en mira un fin práctico inmediato. Aunque puede incluir las mismas funciones que se usan en otros momentos para propósitos prácticos (como agazaparse o cazar al acecho), no incluye toda la cadena de acción necesaria en la actividad de trabajo. Ciertamente, tiene que incluir el elemento de placer... ¡diversión! Por lo tanto, como se indica en Mechanisms of Animal Behavior, los gatos, los zorros, y las mangostas cuando son jóvenes cazan al acecho objetos inapropiados... una hoja, un trozo de cuerda, algo que en sí mismo no es amenazante. Se acercan al objeto, y entonces saltan al aire en forma vertical.

Cervantes dijo: ‘Los que juegan con gatos deben esperar arañazos.’ Yo diría: “Los que juegan con gatos, u otras criaturas de Dios, deben esperar ser divertidos.”




0 comentarios:

Publicar un comentario