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Experimentación animal. ¿Beneficiosa o perjudicial?

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Experimentación animal. ¿Beneficiosa o perjudicial?

SI USTED se encuentra entre los muchos millones de personas que nacieron a principios de este siglo, bien sabrá que su longevidad ha superado por mucho lo que sus padres y el doctor o la comadrona que le asistieron al nacer esperaban. Si nació en Estados Unidos, Canadá o Europa, su esperanza de vida en el año 1900 era de unos cuarenta y siete años, y en otras partes del mundo la expectativa de vida era aún menor. Hoy día la esperanza de vida en muchos países es de más de setenta años.

Tenga la edad que tenga, usted vive en una época paradójica. Sus abuelos o bisabuelos presenciaron los incontrolables efectos de las numerosas enfermedades que diezmaron su generación. La viruela, por ejemplo, causó la muerte de miles de personas cada año y a millones las dejó marcadas con cicatrices para toda la vida. Las gripes también se cobraron sus víctimas —una sola epidemia provocó la muerte de 20 millones de personas en un solo año (1918-1919)—. Al terminar la primera guerra mundial, una epidemia de tifus mató a tres millones de personas en Rusia, y durante la segunda guerra mundial hubo epidemias de tifus en muchos otros países. Se calcula que durante las epidemias de tifus murieron un 25% de las personas infectadas.

La temible parálisis infantil, conocida más tarde con el nombre de poliomielitis, causó anualmente la muerte de unas treinta mil personas por todo el mundo y dejó tullidas a miles más, en especial niños. Algunos niños de tierna edad tampoco sobrevivieron a su primer ataque de fiebre tifoidea, difteria, escarlatina, sarampión, tos ferina o pulmonía. La lista parece interminable. De cada cien mil bebés que nacieron en 1915, unos diez mil murieron antes de cumplir su primer año. Los tumores cerebrales no se podían operar. Se desconocía la manera de poder desobstruir las arterias. Los médicos se veían impotentes para salvar a los que sufrían ataques de corazón y hablar de cáncer era hablar de muerte inapelable.

A pesar de las plagas mortíferas que han asolado al mundo desde finales del siglo pasado y antes, la esperanza de vida del hombre actual ha aumentado en unos veinticinco años. Por eso hoy día en muchas partes del mundo los niños tienen al momento de nacer una esperanza de vida de unos setenta años.

Precio que se ha pagado para salvar vidas

Afortunadamente, la mayoría de jóvenes de nuestros días han escapado de muchas de las enfermedades mortales que causaron el fallecimiento prematuro de muchos de sus antepasados. No obstante, quizás no les deleite saber que muchos de sus amigos del mundo animal —perros, gatos, conejos, monos y demás— fueron sacrificados por el bien de la ciencia médica ‘a fin de que hoy día la gente pudiese vivir una vida más larga y más sana’, como suelen expresarlo los científicos.

Casi todas las enfermedades que se han eliminado o controlado en este siglo —polio, difteria, paperas, sarampión, rubéola, viruela y otras—, se han vencido mediante la experimentación con animales. Los anestésicos y analgésicos, la alimentación y medicación intravenosa, los tratamientos de radiación y quimioterapia para el cáncer, todo ello se experimentó y probó eficaz primero con animales. Y estos no son más que unos cuantos ejemplos.

“Prácticamente no existe ningún tratamiento o procedimiento quirúrgico importante en la medicina moderna que se hubiera podido desarrollar sin la experimentación con animales —dijo el doctor Robert J. White, un eminente neurólogo—. Los experimentos con perros y otros animales condujeron al descubrimiento de la insulina y al control de la diabetes, a la cirugía a corazón abierto, al marcapasos para regular los latidos del corazón, y a todo el campo de los trasplantes de órganos. La polio [...] ha sido erradicada casi por completo de Estados Unidos gracias a vacunas preventivas perfeccionadas en monos. Al experimentar con animales, los investigadores han elevado el índice de curación de los niños afectados de leucemia linfocítica aguda de un 4% en 1965 a un 70% hoy día.”

El papel de la investigación animal lo confirma Harold Pierson, ex ayudante de laboratorio que trabajó bajo la dirección del doctor F. C. Robbins en la universidad Western Reserve, de Cleveland (Ohio, E.U.A.). Pierson dijo a ¡Despertad! que en el programa que habían seguido para descubrir una vacuna oral para la polio se utilizaron riñones de mono. El tejido procedente de un riñón servía para miles de pruebas. Él explicó: “A los monos se les mantenía en condiciones humanas y siempre se les anestesiaba para las operaciones. Desde luego, no se practicó ningún tipo de crueldad deliberada. Sin embargo, debido a tales operaciones, fueron víctimas involuntarias de crueldad científica”.

Las operaciones de corazón y la enfermedad de Alzheimer

Como resultado directo de la experimentación con animales, se han desarrollado nuevas técnicas quirúrgicas para desobstruir arterias ocluidas por depósitos de colesterol, con lo que se han evitado muchos ataques cardiacos, que constituyen la principal causa de muerte en el mundo occidental. Al experimentar primero con animales, los médicos aprenden la forma de eliminar con éxito tumores grandes del cerebro humano y también de volver a unir miembros cercenados —brazos, piernas, manos y dedos—. El doctor Michael DeBakey, quien llevó a cabo la primera operación de bypass coronario (derivación coronaria) con éxito, dijo: “En mi propio campo de investigación clínica, casi todos los avances nuevos en la cirugía cardiovascular se basaron en la experimentación animal”.

Respecto a la enfermedad de Alzheimer, el doctor Zaven Khachaturian, del National Institute of Aging, de Estados Unidos, dijo que aunque “hace ocho años nos encontrábamos en un punto cero, debido a nuestra dedicación a la investigación elemental del funcionamiento del cerebro desde los años treinta, ha habido un progreso increíble en las investigaciones sobre la enfermedad de Alzheimer”. La mayor parte del trabajo requirió el uso de animales, y el doctor comentó que en ellos está la clave para que continúe el progreso en este campo.

El SIDA y el Parkinson

En la actualidad, la investigación más crucial y la que hace que los científicos y los inmunólogos trabajen horas extraordinarias, es la que se lleva a cabo para encontrar una vacuna que combata la temible enfermedad del SIDA, que, según calculan algunos expertos, para el año 1991 matará a unas doscientas mil personas tan solo en Estados Unidos. En 1985 unos científicos del Regional Primate Center, de Nueva Inglaterra (E.U.A.), consiguieron aislar el virus STLV-3 (SIDA de los simios) en unos macacos e introducirlo en otros. El doctor Norman Letvin, inmunólogo de ese mismo centro, dijo: “Ahora que se ha aislado el virus, tenemos un modelo animal en el que podemos perfeccionar vacunas para monos y para humanos. Se puede aprender mucho más de un número muy pequeño de animales en un estudio controlado que lo que se podría aprender de observar a centenares de pacientes humanos que padezcan del SIDA”.

Unos doctores del Yerkes Regional Primate Research Center de la universidad Emory, de Atlanta (E.U.A.), fueron los primeros que, por medio de sus estudios con monos de la especie Rhesus, demostraron la viabilidad de implantar en el cerebro tejido productor de dopamina como tratamiento para la enfermedad de Parkinson. Desde 1985, los neurocirujanos han practicado este tipo de operación en pacientes humanos en el Hospital Universitario Emory. Los médicos consideran este hecho como un posible avance en la búsqueda de la curación para esta enfermedad.

El hombre ha recurrido a los animales para buscar las respuestas a las desconcertantes preguntas sobre cómo mejorar y mantener, aunque temporalmente, su vida imperfecta. No obstante, el uso de animales en el campo de la investigación médica plantea importantes cuestiones morales y éticas que no son fáciles de resolver.



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